mi hijo no duerme

Mi hijo no duerme. Durante más de un año y medio esa fue mi realidad diaria. Mi hija despertaba todos los días a las 3 de la mañana. No lloraba. No pedía leche. Simplemente se levantaba con energía como si fueran las 9 am, lista para jugar, saltar y explorar el mundo. Entre las 3 y las 6:30 de la mañana, cada noche era un nuevo día para ella… y una batalla silenciosa para mí. Nada de eso encajaba en los manuales. Nada de eso se resolvía con un «establece una rutina».

Ese periodo tuvo un costo enorme para mi salud mental. No dormir bien no es solo estar cansada. Es sentir que todo cuesta el triple. Que no tienes espacio mental para pensar, para disfrutar, para sostener. Y cuando además tienes un hijo neurodivergente que no logra conciliar el sueño, o se despierta mil veces en la noche, el agotamiento se vuelve crónico. Pero a eso no se le llama insomnio. Se le llama maternidad.

Y aunque muchos profesionales te digan lo de siempre: rutina, baño tibio, pantallas fuera… tú sabes que a veces haces TODO eso y aún así, no funciona.

Hoy quiero hablarte desde ese lugar. Desde la mamá que también pasó por noches eternas, que también lloró en silencio a las 3 de la mañana, y que también buscó formas reales de sostener a su hijo sin quebrarse en el intento.

Por qué mi hijo no duerme

mi hijo no duerme

Muchos niños neurodivergentes tienen alteraciones en los ciclos de sueño: menor producción de melatonina, hipersensibilidad sensorial, ansiedad anticipatoria, hiperfocalización o simplemente dificultad para desconectarse del día. No es flojera. No es falta de límites. Es neurobiología.

Estudios como el publicado en Sleep Medicine Reviews (Cortese et al., 2020) indican que los trastornos del sueño son significativamente más comunes en niños con autismo, TDAH y otras condiciones del neurodesarrollo. La melatonina, una hormona clave para la regulación del sueño, suele estar desregulada, y además su procesamiento sensorial amplificado puede hacer que incluso una etiqueta o un sonido leve se convierta en un disparador de ansiedad.

Según el Dr. Luke Theodosiou, especialista en neurodivergencia y salud mental infantil, «los desafíos para dormir en niños neurodivergentes no se solucionan con disciplina, sino con comprensión sensorial, estrategias de regulación emocional y una profunda conexión con sus ritmos únicos».

Y aunque establecer una rutina ayuda, no siempre es suficiente. Por eso es importante armar una caja de herramientas flexible, empática y adaptada a TU hijo. Y también a ti.

Lo que no ayuda cuanto mi hijo no duerme (aunque todos te lo recomienden)

Hay frases que se repiten como verdades universales. Te las dicen familiares, pediatras, vecinos bien intencionados… y aunque parezcan lógicas, muchas veces sólo te hacen sentir más sola y más culpable:

  • «Tiene que aprender a dormir solo.»
  • «No lo mires ni le hables si se despierta.»
  • «Es pura maña.»
  • «Debe estar demasiado estimulado.»

Escucharlas una y otra vez no ayuda. No porque no tengan buenas intenciones, sino porque parten desde un modelo de niño neurotípico. Lo que sí ayuda es validar que cada niño tiene una neurobiología distinta, una forma de procesar el mundo distinta, una manera de conectar con su cuerpo distinta.

Estas recomendaciones «tipo receta» pueden generar mucha frustración, porque implican que si no funciona, es culpa tuya. Pero no lo es. Tú no estás fallando. Estás intentando acompañar a tu hijo desde la intuición y la observación profunda. Y eso ya es crianza activa.

Escuchar tu intuición también es ciencia

mi hijo no duerme

En este camino muchas personas van a minimizar lo que vives. Van a cuestionar el diagnóstico, no porque tengan más información, sino porque no saben cómo abordarlo o no pueden aceptar que esta etapa va a ser desafiante para tu familia porque no están dispuestos a salir de su comodidad para comprender algo que desafía sus esquemas.

Y cuando no entienden, te llaman exagerada. Te dicen que estás sobreprotegiendo; que tal vez el diagnóstico está mal, que solo necesita disciplina que le falta carácter, etc; pero lo hacen desde la ignorancia, no desde el conocimiento.

Tú sí sabes. Lo sientes en el cuerpo, lo ves en los ojos de tu hijo, lo reconoces en pequeños detalles que nadie más percibe. Conoces su lenguaje, sus señales, sus momentos. No necesitas justificar cada decisión que tomas. Necesitas rodearte de personas y profesionales que confíen en tu criterio, que caminen contigo y no sobre ti.

Escuchar tu intuición no es anticiencia: Es biología relacional, neuropercepción, crianza consciente y también es un acto de valentía.

Estrategias reales que sí ayudan cuando mi hijo no duerme

1. Acompañamiento en la regulación

En vez de dejarlo solo en su frustración, muchas veces lo que necesitan es co-regulación: que tú estés presente, sin presionar, pero con calma contagiosa (aunque por dentro no la sientas). Respirar juntos: empieza a respirar a su ritmo y cuando estén sincronizados empieza poco a poco a hacerlo más lento y tu hijo irá adoptando ese ritmo hasta que se relaje y se duerma.

2. Rituales suaves, no estrictos

Un cuento, una lámpara de lava, una mantita con peso. No todos los niños quieren que les lean, o que los toquen. Observa qué les relaja y repítelo como si fuera un ritual sagrado. A mis hijos les ayuda mucho escuchar una meditación guiada para niños o música suave que los ayude a relajar su cerebro.

3. Ambiente sensorialmente seguro

Luz cálida (amarilla) , temperatura agradable, cero olores artificiales. Algunos necesitan tapones para los oídos o una frazada con peso (mi hija ama la suya y yo terminé comprando una para mi). Cada pequeño cambio puede hacer una gran diferencia.

4. Aromaterapia que funcione (de verdad)

Te voy a contar algo personal. Durante mucho tiempo probé de todo, pero cuando empecé a usar aceites esenciales en nuestra rutina nocturna, algo cambió. No fue magia, pero sí fue una ayuda real. Lo usamos en un difusor en la pieza o en un rolón suave para aplicar en las plantas de los pies. El aroma ya es parte de nuestro ritual. Y lo mejor: también me ayuda a mí a bajar las revoluciones y a descansar mejor.

Este tema da para su propia entrada porque me ha cambiado la vida. Si te interesa saber cuáles usamos o cómo incorporarlos, puedes escribirme. Feliz te comparto lo que a nosotras nos ha servido.

5. Flexibilidad y validación

Hay noches en que todo sale bien, y noches en que no hay caso. Y eso está bien. Dormir no debería ser una competencia. A veces solo necesitas dejar de pelear con la noche, abrazarla como viene, y recordarte que esto también pasará.

Lo que nadie te dice del insomnio crónico en la maternidad

mi hijo no duerme

No dormir una noche te cansa. Pero no dormir durante semanas o meses… te cambia. Cambia tu ánimo, tu claridad mental, tu paciencia, tu relación contigo misma y con los demás. Hay un agotamiento profundo del que poco se habla: el agotamiento que arrastras cuando tu hijo no duerme y tú tienes que seguir funcionando igual. Trabajando. Cuidando. Sosteniendo.

Lo que empieza siendo una etapa difícil puede transformarse en una crisis silenciosa. Te preguntas por qué no puedes más, si se supone que todas las madres pasan por esto. Te convences de que estás exagerando. Que deberías poder con todo. Pero no es así. El insomnio crónico afecta la salud física, emocional y mental. Y no hay que minimizarlo.

Porque no es lo mismo dormir poco un par de noches que vivir en un estado permanente de alerta, sabiendo que en cualquier momento puede sonar un llanto, una puerta, una demanda más. Tu sistema nervioso nunca descansa del todo. Y tú tampoco.

Reconocer esto no es quejarse. Es nombrar lo invisible. Es validar lo que muchas vivimos y callamos por miedo a ser juzgadas. Dormir no debería ser un lujo. Y tu salud mental tampoco.

¿Qué hago cuando yo también estoy al borde del colapso?

Hay noches en que no solo tu hijo está desregulado. Tú también. Y ahí es cuando más necesitas recordarte que no tienes que hacerlo perfecto, solo tienes que estar presente. A veces eso es suficiente.

Aquí algunas ideas que me han ayudado en esos momentos límite:

  • La aceptación: dejar de esperar que la noche sea perfecta y aceptar que tu hijo te necesita a horas extrañas.
  • Recordarte que aunque se haga muy largo, no es para siempre y sólo tienes que acompañarlo durante un periodo.
  • Encuentra un espacio seguro: lleva a tu hijo a un lugar que sea seguro y dale libertad para jugar mientras tu tomas una posición de descanso (no es lo mismo que dormir profundamente en tu cama, pero ayuda).
  • Aléjate un minuto si puedes. Respira. Vuelve con otro tono. Un segundo de pausa puede cambiarlo todo.
  • Dite a ti misma algo amoroso. “Lo estoy haciendo lo mejor que puedo.” “Esto también pasará.” “No tengo que poder con todo.”
  • Baja el estándar del día siguiente. Si no dormiste, no tienes que cumplir con todo. Prioriza lo esencial. El mundo puede esperar. Tu descanso, no.
  • Pide ayuda aunque te cueste. Una amiga, tu pareja, alguien de confianza. No nacimos para criar solas. No tienes que demostrar nada.

Y si no puedes más, busca contención. Una red. Una tribu. Un espacio donde puedas ser tú, sin filtros. Porque cuando tú estás contenida, tu hijo también lo siente.

Para ti, mamá

mi hijo no duerme

No estás fallando porque tu hijo no duerme. Estás haciendo lo mejor que puedes con una situación desafiante y muchas veces incomprendida. Acompañar el sueño de tu hijo también es cuidar el tuyo. Y si hay algo que puedas hacer para descansar un poco más, aunque sea mentalmente, ya es un paso importante.

No estás sola. Estamos muchas aquí, aprendiendo a sostener desde el amor, pero también desde el realismo.

Si este post te sirvió, compártelo con otra mamá que esté luchando contra el insomnio infantil. Que sepa que no está sola, ni loca, ni frágil. Está haciendo lo mejor que puede, y eso ya es mucho.


por Constanza

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