Mi hijo autista no quiere ir al colegio

Mi hijo autista no quiere ir al colegio, nunca. Empieza todos los días en la noche con malestares de todo tipo: dolor de estómago, de cabeza, mareos, etc. con una manera de lograr que yo crea que está enfermo y esto hace que se me apriete el corazón porque recuerdo, demasiado claramente, cuando yo estaba en sus zapatos.

Es ese “no quiero” que nace del cansancio profundo, de la sobrecarga sensorial, del miedo a desregularse otra vez o de sentirse solo, distinto de sus pares y menos válido que ellos.
Un “no quiero” que a veces viene con lágrimas, con rigidez corporal, con silencio, o con un simple:

“Por favor mamá, hoy no puedo.”

Es difícil. Porque como mamá, una parte de mí se preocupa por su bienestar… y la otra, por lo que pasa si se queda: El sistema no perdona. Y las personas que no han vivido esto, menos todavía.

El juicio externo cuando decides que no vaya

mamá abrazando a hija con desregulación emocional

Cuando, después de observarlo, contenerlo y hablarlo, tomo la decisión de que se quede en casa para descansar, lo hago desde el amor y del mensaje que quiero transmitirle: tiene derecho a descansar, pero no se puede rendir.
Pero muchas veces, no se percibe así.

  • “Estás criando a un niño flojo.”
  • “Le estás permitiendo manipularte.”
  • “Tiene que ir, aunque no quiera. Así es la vida.”
  • “Después no se va a adaptar nunca.”

Me lo han dicho familiares, profesores y terapeutas, incluso personas cercanas con buenas intenciones, que miran la crianza bajo el lente del «deber ser» y que todo lo que salga de ahí está mal, aunque todos seamos distintos.

Porque si hay algo que a las mamás en mi situación no nos falta, son las dudas constantes cuando tenemos la responsabilidad de criar en un mundo que es muy ingrato con quienes son diferentes y no calzan en el molde.

Y si hay algo que nos sobra y que nos desborda es la preocupación porque sabemos que la vida no va a ser más suave ni más considerada, les va a exigir y ellos van a tener que hacer un esfuerzo superior al que hacen sus pares, pero ¿hasta qué punto? ¿Con qué costo?

Cuando siente que no puede más

Sé que cuando mi hijo autista no quiere ir al colegio es porque está al límite, seguir empujando solo rompe más el vínculo, multiplica el desgaste y mi imagen como su lugar seguro sufre las consecuencias. Si yo no lo cuido, no veo su sufrimiento y no lo escucho, ¿Quién lo va a hacer?

En la otra vereda está mi hija: que sí quiere ir

… pero le cuesta cada vez más

Mi hijo autista no quiere ir al colegio

Mi hija también es neurodivergente, de echo tiene triple excepcionalidad, pero su relación con el colegio es completamente distinta.

Ella quiere ir. El colegio le da estructura, rutina, sensación de pertenencia y de orden cuando todo el resto carece un poco de sentido.
Pero al mismo tiempo, la desgasta profundamente:

  • Los ruidos intensos
  • La presión social
  • La rigidez académica
  • Las normas tácitas que no siempre entiende
  • La constante necesidad de adaptarse a entornos que no están pensados para ella

Va. Pero llega a casa agotada, irritada, muchas veces al borde del colapso (esto, cuando logra no explotar estando en el colegio).


¿Cómo sostengo dos realidades tan distintas como mamá?

Esa es mi gran pregunta. Porque mientras uno necesita quedarse en casa para no explotar, la otra necesita ir… aunque explote durante o después.

Y en medio de eso, estoy yo con la carga emocional de:

  • Tomar decisiones que el entorno muchas veces no entiende.
  • Justificar ausencias.
  • Sostener la escolaridad desde otro lugar.
  • Recibir llamados del colegio.
  • Gestionar desregulaciones al final del día.
  • Defenderlos cuando no logran contenerse en el colegio.
  • Sentirme sola, agotada y siempre juzgada… incluso por mí misma.

¿Lo estaré haciendo bien? Es otra de las preguntas que me martillan la cabeza cuando mi ser solo quiere abrazarlos y hacerlos sentir cuánto los entiendo.


Lo que hay detrás del “no quiero ir al colegio” en un niño TEA

Mi hijo autista no quiere ir al colegio
  • No es simple.
  • No es manipulación.
  • No es falta de voluntad.

Casi siempre es una mezcla de muchas cosas:

1. Sobrecarga sensorial

Luces, ruidos, cambios de temperatura, contacto físico no deseado mientras intentan entender códigos sociales que nunca han sabido interpretar. Todo eso genera una tensión constante que lo agota antes de que termine la mañana.

2. Exclusión social

Le cuesta hacer amigos, sumarse a los juegos, entender los códigos implícitos. Y muchas veces se siente “fuera”, aunque esté físicamente dentro.

Y otras tantas lo dejan fuera porque no logra adaptarse a las reglas.

3. Miedo a desregularse frente a otros

Ya ha pasado antes. Y no quiere volver a vivir la vergüenza, la culpa o la mirada de juicio.

4. Agotamiento emocional acumulado

La escuela no es el único lugar donde se esfuerza. También se esfuerza en casa, en terapias, en actividades. A veces, simplemente no le queda energía y necesita un rato de paz.

Además de que es tremendamente difícil que entienda que, aunque no calce con el resto del mundo, él es perfecto tal cual es y que tiene derecho a ser como quiera ser mientras no le haga daño a nadie en el proceso.


¿Y qué hay detrás del “sí quiero ir” en una niña que también sufre?

Mi hija quiere ir al colegio, pero eso no significa que no le cueste. Hay miles de factores diarios con los que tiene que luchar y muchas veces tanto esfuerzo la agota.

1. La estructura la ayuda a funcionar, pero no le quita el dolor sensorial

Tolera los estímulos, pero a un alto costo y muchas veces se desregula justo después de salir o durante las últimas horas de la jornada.

2. Necesita el colegio para sentirse parte

Ella busca pertenecer, aunque a veces le cueste socializar o entender ciertos códigos. Pero insiste, porque para ella es importante.

3. No siempre puede expresar cuánto le cuesta

Porque no quiere perder lo que tiene. Entonces calla y se sobreexige, intenta formar parte de los grupos, de imitar comportamientos que no comprende y sueña con ser considerada.

¿Qué se hace cuando cada hijo necesita lo contrario?

Mi hijo autista no quiere ir al colegio

A veces, hay que tomar decisiones opuestas el mismo día:

  • Dejar a una en el colegio, sabiendo que se va a agotar y rogando porque no suene mi teléfono porque me llaman ante una nueva desregulación.
  • Dejar al otro en casa, sabiendo que después tendré que explicar por qué faltó, que tendré que pelear con él para que se ponga al día y que faltar tampoco lo ayuda a formar lazos con sus pares.

En esta situación, más allá del juicio externo, lo que me ayuda es recordar lo que realmente necesitan:

  • Ser vistos
  • Ser entendidos
  • Ser acompañados desde lo que son, no desde lo que se espera de ellos

Estrategias que me han ayudado cuando mi hijo autista no quiere ir al colegio

1. Validar ambas realidades sin compararlas

Cada uno vive el colegio a su manera. No hay un solo “modo TEA” de adaptarse o no. No se comparan y también intento validarlos al uno frente al otro, cada uno con sus necesidades y desafíos distintos.

2. Hablar con el colegio, cuando hay apertura

Contar lo que pasa en casa, proponer ajustes, pedir espacios de calma o tiempos flexibles.
En Chile al menos, ahora existe una ley tea que ayuda a proteger a los niños frente a posibles discriminaciones e incluso frente a expulsiones.

Lamentablemente, para que haya una inclusión real aún falta mucho porque la verdadera “inclusión” no se trata de que simplemente sean tolerados, se trata de aceptar sus diferencias como parte de la universalidad de la sociedad, dándoles sus espacios y sus tiempos para poder dar lo mejor de sí.

3. Acompañar desde el cuerpo, no solo desde las palabras

Ellos no siempre pueden explicar lo que sienten. Pero sí lo muestran: en su postura, su tono, su piel, sus ojos. Me ayuda mucho mirar sus posturas cuando llegan del colegio. si están tensos o relajados, si fluyen o se ve que están conteniendo a duras penas lo que sienten.

Estar ahí, abrazarlos y escucharlo, sin exigir explicaciones, es también una forma de contención.

4. Cuidarme a mí para poder cuidarlos

Pido ayuda, comprensión y empatía a los adultos a los que les confío a mis niños. Converso con ellos sin tratar de tapar nuestros desafíos diarios y pidiéndoles que sea lo que sea que ellos crean que “corresponde” hacer en esta situación, respeten las decisiones que tomo porque los conozco mejor que cualquier otra persona en el mundo.


No soy una supermamá. Soy una mamá que intenta sostener realidades distintas sin romperse y que prioriza, por sobre todo, el bienestar emocional de mis niños porque creo firmemente que eso será lo que haga una real diferencia en sus vidas.

Y si tú estás en este mismo lugar…

Quiero decirte que lo estás haciendo bien, aunque nadie te lo diga. Que acompañar a un hijo que no puede ir al colegio es agotador por la cantidad de elementos que hay que considerar y también es muy valiente porque al final te pones tú como barrera para que esos juicios no lleguen a tu hijo, sino que tú te haces cargo.

Personalmente, tome la decisión de que cada cierta cantidad de días, descansamos… no me importa si eso me hace ver como mala mamá o irresponsable frente al mundo, me importa que mi hijo sienta que conmigo tiene un lugar seguro que jamás lo va a juzgar por necesitar descanso (aunque lo va a impulsar a ser fuerte y perseverante el resto de los días).

Esta es una situación que personalmente me rompe el corazón y me hace vivir parte del duelo de ser mamá de niños neurodivergentes porque sé que les va a costar el doble y que la sociedad no va a entender a veces que ciertas cosas significan un tremendo esfuerzo, pero para eso estoy yo: su mamá los ve, los valida e intenta ayudarlos a encontrar el equilibrio entre ser responsables y poder tomarse esos pequeños descansos que tanto necesitan.

¿Qué opción has tomado tu al enfrentar este tipo de problemas en tu hijo?

por Constanza

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