Y las cosas que según la ciencias SI funcionan
El 2025 ha sido uno de los años más difíciles para mi familia y el protagonista ha sido el rechazo escolar que han experimentado mis niños.
Mis hijos, que son neurodivergentes, han mostrado una fobia profunda al colegio, de esas que generan llanto, angustia, dolores de estómago inexplicables, noches sin dormir, domingos tristes y agotamiento absoluto cuando vuelven a casa.
Lo peor, al menos para mi, ha sido sentir que el mundo no es capaz de comprender lo que significa para ellos tener que ir todos los días a un lugar en el que no se sienten seguros porque no tienen la libertad de ser plenamente ellos.
Como mamá, se me aprieta el estómago cada vez que tengo que llevarlos obligados, secarles las lágrimas y hacerlos entrar a clases, sabiendo que ni sus pares ni sus profesores son capaces de empatizar, ni mucho menos de imaginar, el desgaste y la angustia que tienen que aguantar día tras día.
Para ellos, el colegio no es un lugar en el que se sienten seguros: les da miedo desbordarse y ser aún más estigmatizados, les da miedo hacer daño y que les hagan daño, les da miedo estar solos y creer que no hay nadie más en el mundo como ellos.
Para mi, esta situación se transforma en un dar excusas constantes, aguantar críticas que muchas veces me he tragado por no saber defender el punto con datos y un montón de información que tanto le gusta a la gente para dejar que nuestras familias naveguen esta estructura social que no fue hecha para los que son distintos.
Y como no me gusta quedarme callada, sin saber qué responder cuando me preguntaban al respecto, hice lo único que podía hacer: investigar y aprender más de lo que nunca imaginé sobre estrés escolar y el trauma que puede llegar a provocar.
Hoy día quiero que se queden con algo que encuentro que es esencial para quienes vivimos este proceso:
El rechazo escolar no es un capricho, no es flojera y no es mala crianza. Es un lenguaje. Una señal. Una alarma legítima.
Y como sé que no soy la única pasando por esto —aunque muchas veces nos hacen sentir que sí— quiero contarte lo que dicen las investigaciones más recientes y cómo pienso abordarlo yo desde ahora en adelante: con información y argumentos sólidos.
Porque cuando entendemos lo que hay detrás, dejamos de culparnos… y empezamos a proteger.
Lo que la ciencia confirma: el rechazo escolar en niños neurodivergentes es real
Uno de los estudios más importantes sobre rechazo escolar (Connolly et al., 2023) reveló un dato que debería cambiarlo todo:
El 92,1% de los niños y adolescentes que experimentan “school distress” (o rechazo escolar) son neurodivergentes.
Esto significa que:
- no es raro,
- no es aislado,
- no es inventado…
- es una realidad que afecta a miles de familias a nivel mundial, pero que pocas veces se nombra sin culpa.
Cuando un niño neurodivergente rechaza la escuela, generalmente no está evitando aprender.
Está removiéndose a sí mismo de un ambiente en el que no se siente seguro.
Y no sé a ustedes, pero uno de mis objetivos como mamá es enseñarle a mis hijos a cuidarse y a NUNCA quedarse en un lugar donde no se sientan seguros, aunque todos los demás les digan lo contrario.
¿Por qué se produce este rechazo? Lo que revelan los estudios
Los análisis más recientes (Prosser & Birchwood, 2024; Patilima, 2025) coinciden en cuatro grandes causas:
1. Entornos poco comprensivos o directamente hostiles
Especialmente para TEA y TDAH:
- correcciones públicas,
- disciplina rígida,
- malentendidos constantes,
- adultos que interpretan desregulación como “desobediencia”.
El bullying también tiene un rol clave: los niños autistas que viven bullying tienen un riesgo mucho mayor de rechazo escolar (Ochi et al., 2020).
2. Sobrecarga sensorial constante
Para muchos niños neurodivergentes, la escuela es un entorno lleno de detonantes:
- ruido permanente,
- luces,
- recreos caóticos,
- transiciones bruscas,
- demasiados estímulos sin pausa.
Este tipo de estrés activa el sistema de alerta del cerebro que no logra diferenciar estos estímulos de un peligro real, por lo que activa su estado de supervivencia: el famoso Fight, Flight or Freeze (pelea, huye o paralízate).
Te invito a descargar mi guía “99 señales sensoriales que nunca habías notado” por si quieres saber un poco más al respecto.
3. Demandas académicas y sociales que no se ajustan a su manera de funcionar
No es falta de capacidad. De hecho, en muchas ocasiones es todo lo contrario.
Muchos niños neurodivergentes tienen altas capacidades (AACC), una neurodivergencia que suele ser la menos comprendida y la menos considerada dentro del entorno escolar, porque al ver que son inteligentes, rápidos para aprender o extremadamente curiosos, muchas personas asumen que “no deberían tener dificultades”, que “si quieren, pueden” o que “solo les falta motivación”.
Ser inteligentes no los protege del estrés escolar; muchas veces los expone aún más, porque sus capacidades cognitivas ocultan a los ojos de otros el enorme esfuerzo emocional y sensorial que hacen para sobrevivir en un entorno que no está hecho para ellos.
Lo que falla es el entorno que debería asegurarles un espacio seguro en el que desarrollarse, aprender a su propio ritmo y a valorar sus diferencias como un aporte esencial para la sociedad.
Muchos de nuestros niños viven:
- presión por cumplir tareas que no entienden,
- expectativas irreales,
- poco apoyo en habilidades ejecutivas,
- evaluaciones que no consideran sus necesidades.
Y el esfuerzo que realizan para poder con todas estas exigencias les produce un desgaste que crece día a día.

4. Microtraumas diarios que se acumulan
Según Patilima (2025), el trauma escolar no surge solo de un evento intenso, sino de experiencias repetidas como:
- ser corregido con dureza,
- ser excluido,
- ser interpretado constantemente como “el problema”,
- sentir que no encaja en ningún espacio.
Estos microgolpes emocionales diarios van dejando una marca profunda porque aunque ellos se esfuercen al máximo por enmascarar y parecerse al resto, que créanme que lo hacen constantemente, pareciera que nunca pasan a formar parte del grupo.
Señales tempranas de que el rechazo escolar ya es demasiado
La revisión sistemática de Prosser & Birchwood (2024) identifica señales que muchas madres notamos antes que nadie:
- angustia los domingos por la tarde,
- dificultad para dormir antes del colegio,
- dolores recurrentes (panza, cabeza) sin causa médica,
- explosiones emocionales matinales,
- regresiones en habilidades,
- llanto o ansiedad al hablar del colegio,
- pedir “por favor no me obligues a ir”.
Estas señales no son manipulación: son la manera que los niños tienen de comunicar lo que están sintiendo… «si no los escuchas cuando susurran, eventualmente los escucharás gritar«
¿Cuándo el estrés se transforma en trauma?
El estudio de Lukito et al. (2025) señala que la escuela puede convertirse en una fuente de daño emocional cuando:
- aparece ansiedad intensa anticipatoria,
- hay resistencia absoluta a asistir,
- se observan síntomas de pánico,
- el niño “se apaga” o disocia,
- empieza a mostrar conductas extremas para evitar el colegio.
No se necesita un evento traumático grande, basta con un entorno que duele cada día.
Tu intuición es evidencia
Esto es lo más importante que quiero que te lleves de aquí:
Las mamás somos las primeras en ver estos cambios porque somos las que estamos siempre ahí: conteniendo, escuchando, guiando e intentando enseñarles cómo vivir (así como si tuviéramos alguna idea)
Y la ciencia nos respalda: la intuición materna no es exageración, es observación fina y nunca debería ser desestimada. Como decía el pediatra de mis hijos: «si a la mamá le llama la atención, es porque algo está pasando».

¿Qué dice la evidencia sobre cómo disminuir el rechazo escolar?
Aunque el rechazo escolar duele y desgasta, la ciencia también nos muestra caminos que pueden ayudar. No hay soluciones mágicas, pero sí estrategias que han demostrado hacer una diferencia cuando se aplican con respeto y sin presión.
Según estudios recientes, lo que más ayuda es:
1. Que la escuela trabaje en conjunto con la familia
Cuando el colegio escucha a los padres y adapta expectativas (modelo Family-Centric Schooling, 2025), los niños muestran menos ansiedad y más disposición a asistir.
2. Ajustes sensoriales y un enfoque neuro-afirmativo
Pequeñas adaptaciones —menos ruido, más estructura visual, espacios seguros, pausas reguladoras— reducen significativamente el estrés escolar (Frontiers in Education, 2024).
3. Apoyo emocional temprano, no presión
La evidencia muestra que castigar, forzar o minimizar el malestar empeora el rechazo escolar. La intervención temprana basada en ansiedad, trauma y funciones ejecutivas mejora la asistencia (School Refusal Behaviour, 2024).
4. Enseñar regulación emocional y seguridad interna
Los niños vuelven a la escuela cuando vuelven a sentirse seguros, no cuando los obligamos (meta-análisis 2015). La seguridad se construye, no se impone.
Si tu hijo rechaza el colegio, no te quedes solo con las recomendaciones que te dicen que lo fuerces porque “ya se va acostumbrar”, “es sólo falta de disciplinta” o mi favorita “actúa así porque sabe que si lo hace, entones no lo vas a obligar”.
Parte de ser mamá de un niño neurodivergente es aprender a escuchar y buscar el equilibrio que proteja su bienestar emocional, al tiempo que le enseñas a no rendirse.
Un niño que se siente validado en la manera en cómo se siente y percibe el mundo, va a crecer para ser un adulto que se cuida y sabe poner límites saludables cuando hay un entorno que no le genera seguridad… y ese es el regalo más grande que le podemos dar a nuestros hijos.
¿Qué opinas de este tema? ¿Te ha pasado alguna vez?
Cuéntanos en los comentarios si este tema resuena contigo y cómo has logrado manejarlo para poder proteger la salud mental de tus hijos
Si quieres seguir aprendiendo sobre estrés escolar, neurodivergencia y crianza sin culpa, súmate a este viaje y juntas hagamos que nuestros niños vivan en un entorno tranquilo y seguro.
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