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5 estrategias para evitar la fatiga parental siendo neurodivergente
Ser madre neurodivergente implica desafíos únicos. En este artículo comparto 5 estrategias honestas y sostenibles para cuidar a tus hijos sin descuidarte a ti. Porque la crianza respetuosa también necesita incluirte a ti en el proceso.
Criar a tres hijos neurodivergentes, al menos una perteneciente al espectro autista, siendo yo una madre neurodivergente ha sido un viaje lleno de curvas, retrocesos, avances y, a veces, de crear caminos en terrenos inexplorados, al menos para mi. Un camino que podría llevar directo a la fatiga parental si no soy cuidadosa.
Desde que soy mamá, he sabido que quiero criar a mis hijos distinto de como lo hicieron conmigo; quiero que ellos sientan que mi amor por ellos va a estar siempre, que son suficiente tal y como son, que sus errores son solo un paso más en su camino de crecer y que tienen derecho a disfrutar como quieran mientras no le hagan daño a otros ni a ellos mismos y que ser neurodivergente no los hace menos relevantes.
Uno de mis principales objetivos siempre ha sido que aprendan a poner límites saludables y que no dejen que nadie los sobrepase nunca. Que hablen cuando algo les duele o les incomoda, que aprendan a dar su opinión y a respetar la de otros.
El lado invisible de la crianza respetuosa siendo neurodivergente
Todo esto suena extremadamente lindo, pero tiene un lado amargo del que nadie habla: la crianza respetuosa no solo implica paciencia y amor incondicional, sino también una carga emocional brutal, especialmente cuando el ser tu también neurodivergente hace que la vida cotidiana ya sea un desafío, acrecentando la fatiga parental y la sensación de no estar haciendo bien las cosas.
Criar desde el respeto cuando también necesito regulación emocional
Hay días en los que el cansancio se acumula de tal forma que siento que todo está fuera de control. Sé que mis hijos necesitan estructura y regulación, pero cuando yo misma estoy desregulada, todo se desmorona.
Repetir instrucciones sin fin y perder la paciencia
Me frustra ver que sigo repitiendo lo mismo una y otra vez –bañarse sin alegar, comer sin pataletas, respetar tiempos de pantalla, hablar sin interrumpir, pedir las cosas sin llorar– y que aún así, muchas veces parece imposible. En esos días, mi paciencia se acaba más rápido y termino gritando, aunque sé que eso solo empeora la situación
Para que te hagas una idea, desde los 4 años que le repito a mi hijo mayor, todos los días, que recoja su ropa sucia del baño después de ducharse y la deje en el lugar que corresponde: recién empezó a hacerlo (algunas veces) a los 11 años y esa es solo una de las muchas instrucciones que doy a diario a solo uno de mis hijos.
Comprender no siempre significa tener energía
Después de los gritos, inevitablemente llega la culpa. Porque entiendo perfectamente por qué mis hijos reaccionan como lo hacen. Porque sé lo que es intentar seguir una rutina o una serie de instrucciones y desconcentrarse a mitad del camino, olvidando que el resto del mundo existe.
Sé lo que es paralizarse ante la sobrecarga de estímulos y que tu cerebro simplemente se niegue a adoptar nuevos hábitos y, definitivamente, sé lo que es sentir que no estás cumpliendo con las expectativas de los demás por mucho que quieras.
El problema, es que saberlo no significa que siempre tenga la energía para acompañarlos como ellos necesitan o como yo quisiera y eso suma una preocupación a mi carga mental que, a la larga, no me ayuda a alcanzar mis objetivos como mamá ni a evitar la tan temida fatiga parental.
Entre el amor y el agotamiento: la fatiga parental en la crianza neurodivergente

Durante mucho tiempo, creí que el problema era mío. Que otras mamás lo llevaban mejor, que debía esforzarme más, que si tan solo organizara mejor mi tiempo, todo sería más fácil. Pero la verdad es que lo que estaba enfrentando no era falta de capacidad, sino fatiga parental, una carga mental y emocional que es aún más intensa cuando crías en solitario, cuando cada día es una montaña rusa de emociones y cuando, además, tienes que sostener tu propio mundo interno.
Reconocer la fatiga como acto de autocuidado
Aprender a reconocer esta fatiga ha sido clave para sobrevivir. He tenido que aceptar que no puedo hacerlo todo, que hay días en los que descansar es más importante que ordenar la casa, que priorizar mi bienestar no es egoísta sino necesario, y que soltar la perfección es un acto de amor y no de abandono. Tengo que tomar el ser neurodivergente como punto de partida y adaptar mis expectativas según se vayan desarrollando los días.
Es hora de hablar de eso que nunca nos dijeron cuando niñas: la fatiga parental que enfrentamos las madres neurodivergentes que criamos a niños neurodivergentes. Cómo reconocerla antes de que nos consuma y, lo más importante, cómo aligerarla sin renunciar a la crianza respetuosa. Porque nosotras también necesitamos ser cuidadas.
Nosotras también necesitamos cuidado
Según un estudio publicado en Frontiers in Psychology, la fatiga parental en madres neurodivergentes tiene un impacto significativo en su bienestar emocional. Esto refuerza la importancia de encontrar estrategias que permitan sostener la crianza respetuosa sin agotarnos.
El peso invisible de la fatiga parental
Hay una parte de la crianza que pocas veces se nombra, pero que pesa todos los días: el agotamiento silencioso que se va acumulando sin que nadie lo note, hasta que un día estalla.
Esa es la fatiga parental. No aparece de golpe. Se construye desde lo invisible y se instala incluso cuando amamos profundamente a nuestros hijos. Especialmente en la maternidad neurodivergente, la carga mental y sensorial se vuelve abrumadora.
Una carga que se acumula en lo cotidiano
La fatiga parental no aparece de un día para otro y no es exclusivo del cerebro neurodivergente. Se va acumulando en las pequeñas cosas: en los despertares nocturnos, en las rutinas que se repiten sin cesar, en la carga mental de anticipar cada posible crisis para evitar una desregulación mayor. Se siente en el cuerpo, en la mente y en la forma en la que, poco a poco, desaparecen las ganas de conectar, de jugar, de disfrutar.
La sobrecarga sensorial de criar en modo constante
En la crianza respetuosa de niños neurodivergentes, el cansancio tiene un matiz distinto. No es solo el agotamiento físico de quienes crían, sostienen el hogar y el trabajo. Es la sobrecarga sensorial de un día lleno de ruidos, demandas y cambios inesperados, la tensión de regular a otros cuando apenas puedes regularte a ti misma y la culpa de saber que tus hijos necesitan más paciencia cuando lo único que deseas es un momento de silencio.
La maternidad neurodivergente multiplica la intensidad
Si a todo esto le sumamos ser neurodivergente, todo se intensifica.
El mundo es demasiado ruidoso. La vida está llena de detalles que otros pasan por alto, pero que para una mente neurodivergente pueden ser abrumadores. Lo que para otras madres puede ser parte de la rutina, para nosotras puede ser una carga que el cuerpo y el cerebro ya no logran sostener del todo.
Ser mamá neurodivergente
Ser madre neurodivergente implica sostener la crianza desde un lugar de amor profundo, pero también desde una realidad interna compleja. Es construir una rutina sabiendo que tu mente funciona de forma distinta y que los recursos emocionales, físicos y sensoriales muchas veces no alcanzan.
Este tipo de maternidad no es débil ni menos válida. Es una maternidad intensa, honesta, y profundamente consciente. Pero también puede ser solitaria, caótica y exigente.
La tensión constante entre saber y poder
Criar en este contexto significa navegar entre la necesidad de estructura y la realidad del caos, entre la empatía y el cansancio extremo, entre saber exactamente qué necesitan tus hijos y no tener la capacidad de dárselo en ese momento (y hacer las paces con esa situación).
Días buenos, días cuesta arriba
Hay días en los que todo fluye. Días en los que las rutinas funcionan, en los que la paciencia alcanza, en los que el cansancio no pesa tanto. Y luego están esos otros días. Aquellos en los que todo se siente cuesta arriba. En los que cada pequeño detalle es un detonante, en los que el ruido se vuelve insoportable, en los que la ansiedad de los niños se mezcla con la tuya y todo explota.
Cuando la crianza respetuosa se convierte en una carga más
El problema es que, cuando llegan esos días, la crianza respetuosa se siente como una carga más. No porque no creamos en ella, sino porque requiere una energía que a veces simplemente no está.
Entonces llegan los pensamientos: «No soy suficiente.» «No estoy hecha para esto.» «Mis hijos merecen a alguien mejor.» Y lo que realmente está ocurriendo es que el cuerpo y la mente están pidiendo un respiro.
Buscar equilibrio sin abandonar lo que creemos
Pero tomarse un respiro cuando tienes tres hijos que dependen de ti no es sencillo. Dejar la crianza respetuosa tampoco es una opción.
Entonces, ¿cómo encontrar un punto medio?
Cuando la crianza respetuosa se siente inalcanzable
Hablar de crianza respetuosa suele enfocarse en lo bonito: el vínculo, la escucha, la empatía. Pero muy pocas veces se nombra lo más duro: cuando simplemente no puedes sostener todo eso porque estás al límite.
Para muchas madres neurodivergentes, criar con respeto no es una filosofía de Pinterest. Es una lucha diaria entre lo que creen y lo que su cuerpo, mente y entorno les permiten hacer.
El peso de las expectativas imposibles
Una de las trampas más comunes de la crianza respetuosa es la expectativa de hacerlo siempre bien.
Se habla mucho de validar emociones, de regular antes de corregir, de acompañar sin imponer. Pero pocas veces se menciona lo difícil que es cuando no hay red de apoyo, cuando las responsabilidades sobrepasan la energía disponible, cuando tus hijos tienen necesidades especiales que demandan más de lo que puedes dar.
Y cuando cada día se siente como un ciclo interminable de demandas sin pausa… el respeto puede parecer un lujo.
No es falta de voluntad, es agotamiento

No se trata de no querer criar desde el respeto, sino de no saber cómo hacerlo cuando se está al límite. La paciencia no es infinita, y la crianza respetuosa requiere mucha.
La clave no es hacerlo perfecto, sino hacerlo real
Lo que nadie dice —o dice poco— es que la clave no está en ser una madre perfecta, sino en encontrar estrategias que funcionen para tu familia real, no la familia ideal que se ve en redes sociales.
No existe una crianza respetuosa sin errores, sin caos, sin momentos de crisis. Lo que sí puede existir es una forma de criar más consciente, que incluya también el respeto por tus propios límites.
El impacto del agotamiento emocional en la conexión con los hijos
Un informe de la American Psychological Association explica que el agotamiento emocional puede afectar la conexión con los hijos y aumentar la sensación de culpa en las madres, haciéndolas entrar en un loop que finalmente lleva al burnt out.
Ajustar nuestras expectativas
La crianza respetuosa muchas veces se presenta como un ideal: voz suave, paciencia infinita, conexión constante. Pero en la vida real —especialmente en la maternidad neurodivergente—, hay días en los que eso simplemente no es posible. Y eso no te convierte en una mala madre.
Criar con respeto también significa respetarte a ti misma, reconocer tus límites y entender que el cansancio no es un defecto, sino una señal de que estás dando mucho.
Respetarte a ti también es criar con respeto
Hay que soltar la idea de que el respeto solo existe cuando todo es calma.
Ser madre neurodivergente de niños neurodivergentes significa que habrá momentos de crisis, de desregulación, de frustración. Y eso está bien. No todos los días serás tu mejor versión, y aun así estarás criando con amor.
Criar con respeto también implica respetarnos a nosotras, entender que el cansancio no nos hace malas madres, nos hace humanas, y que poner límites a lo que nos sobrepasa es tan válido como poner límites en la crianza de nuestros hijos.
Romper con estereotipos imposibles
En algún momento, aceptar esto cambió la forma en la que me relaciono con la crianza. Dejé de intentar compararme con estereotipos que son inalcanzables para poder descansar yo. Dejé de intentar cumplir con estándares imposibles. Y sobre todo, dejé de exigirme responder con paciencia absoluta cuando estaba al borde del colapso.
Desde entonces, he encontrado formas de hacer que la crianza respetuosa sea más sostenible. No perfectas, no mágicas, pero sí reales y alcanzables.
Encontrar equilibrio sin agotarme en el intento
No se trata de hacerlo perfecto, sino de hacerlo posible. Para que la crianza respetuosa sea sostenible en el tiempo, necesito herramientas y estrategias que me ayuden a equilibrar las necesidades de mis hijos con las mías.
Aquí comparto las que me han funcionado, no porque sean soluciones mágicas, sino porque me han permitido seguir adelante sin perderme a mí misma en el proceso.
1. Priorizar el descanso por encima de la productividad
Antes, sentía que debía aprovechar cada momento libre para avanzar en algo: limpiar la casa, responder mensajes, dejar todo listo para el día siguiente.
Ahora sé que si no descanso, mi paciencia desaparece. Y cuando mi paciencia desaparece, la crianza respetuosa se vuelve inalcanzable.
He aprendido a soltar la culpa de dejar platos sin lavar o ropa sin doblar. A veces, lo más importante no es que todo esté en orden, sino que yo esté en condiciones de sostener el día siguiente sin explotar.
2. Elegir mis batallas y soltar la perfección
Por mucho tiempo intenté que mis hijos cumplieran cada rutina. Que comieran bien, se bañaran sin protestar, limitaran sus pantallas. Pero eso implicaba una lucha constante, y en días de agotamiento, todo me sobrepasaba.
Me empecé a preguntar: ¿qué es realmente importante hoy?
Hay días en los que evitar una crisis es más valioso que una ducha perfecta. O permitir que sigan una actividad que los conecta, aunque rompa la rutina.
Soltar la perfección no es rendirse, es reconocer que no todos los días se puede con todo.
3. No responder de inmediato cuando estoy desregulada
Como persona neurodivergente, hay momentos en los que mi propia regulación emocional no está disponible.
Si mis hijos empiezan a desregularse y yo ya estoy en mi límite, es fácil caer en una respuesta impulsiva. Pero aprendí que no tengo que reaccionar en automático.
Puedo detenerme unos segundos, respirar, cerrar los ojos. A veces, eso basta para elegir una respuesta más regulada. O al menos, no escalar la situación.

4. Crear espacios de descanso no negociables
Antes, pensaba que debía estar siempre disponible. Pero no tener ni un solo momento para mí no es sostenible.
Hoy tengo espacios que mis hijos respetan: media hora con mi café, una caminata sola, una serie antes de dormir. No son lujos, son necesidades.
También organizo los fines de semana con ellos: un día para actividades que los emocionan, y otro día para estar en calma y recargar energía en familia.
5. Pedir ayuda, aunque sea en pequeñas dosis
Criar en solitario no siempre permite delegar. Pero pedir ayuda no siempre es ceder tareas. A veces, es encontrar un espacio de contención.
A veces es una amiga con quien hablar sin sentir culpa. O una comunidad online de madres neurodivergentes que entienden sin que tengas que explicar todo.
Incluso cuando no hay nadie que pueda cuidar a tus hijos, saber que no estás sola ya es un alivio profundo.
Criar con respeto también es respetarme a mí misma
Soltar la culpa ha sido una de las cosas más difíciles.
Durante mucho tiempo pensé que, si hacía las cosas bien, entonces nunca me sentiría agotada ni perdería la paciencia. Pero la realidad es que criar a tres hijos neurodivergentes siendo yo también neurodivergente no es fácil. Y la maternidad que vemos todos los días en redes sociales solo muestra una parte: la parte filtrada, editada, que oculta el caos.
Eso genera expectativas inalcanzables. Expectativas que muchas veces nos hacen dudar de nuestra capacidad de criar con amor.
La crianza respetuosa no se trata de perfección, sino de verdad
Lo más valioso que he aprendido es que la crianza respetuosa no se trata de ser perfecta, sino de ser real. No significa nunca fallar, sino saber reparar cuando lo hago. No significa darlo todo hasta quedar vacía, sino entender que el autocuidado es parte del respeto.
Si pudiera decirle algo a mi yo de hace unos años, sería esto: A veces, lo más respetuoso que puedes hacer es cuidar de ti misma.
Lo más valioso que he aprendido es que la crianza respetuosa no se trata de ser perfecta, sino de ser real.
No significa nunca fallar. Significa saber reparar.
No significa darlo todo hasta quedar vacía. Significa entender que el autocuidado también es una forma de respeto.
Una pregunta para ti (y para mí)
Si pudiera decirle algo a mi yo de hace unos años, sería esto:
A veces, lo más respetuoso que puedes hacer es cuidarte a ti misma.
Y ahora te pregunto a ti:
¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo solo para ti, sin culpa?
¿Qué pequeño cambio podrías hacer hoy para aliviar tu propia carga?
No estamos solas (aunque a veces lo parezca)
Compartir nuestras experiencias es una de las formas más poderosas de sostenernos mutuamente.
Si te sentiste identificada con algo de lo que escribí, me encantaría leerte. ¿Cómo vives la fatiga parental? ¿Qué estrategias te han funcionado para hacer la crianza respetuosa más llevadera?
Déjame tu experiencia en los comentarios o compártelo con alguien que necesite leer esto hoy.
Porque a veces, lo que más necesitamos es saber que no estamos solas.