desafíos para las personas neurodivergentes, qué es la neurodivergencia

Criar a tres hijos neurodivergentes, al menos una perteneciente al espectro autista, siendo yo también neurodivergente ha sido un viaje lleno de curvas, retrocesos, avances y, a veces, de crear caminos en terrenos inexplorados, al menos para mi. Un camino que podría llevar directo a la fatiga parental si no soy cuidadosa.

Desde que soy mamá, he sabido que quiero criar a mis hijos distinto de como lo hicieron conmigo; quiero que ellos sientan que mi amor por ellos va a estar siempre, que son suficiente tal y como son, que sus errores son solo un paso más en su camino de crecer y que tienen derecho a disfrutar como quieran mientras no le hagan daño a otros ni a ellos mismos y que ser neurodivergente no los hace menos relevantes.

Uno de mis principales objetivos siempre ha sido que aprendan a poner límites saludables y que no dejen que nadie los sobrepase nunca. Que hablen cuando algo les duele o les incomoda, que aprendan a dar su opinión y a respetar la de otros.

Todo esto suena extremadamente lindo, pero tiene un lado amargo del que nadie habla: la crianza respetuosa no solo implica paciencia y amor incondicional, sino también una carga emocional brutal, especialmente cuando el ser tu también neurodivergente hace que la vida cotidiana ya sea un desafío, acrecentando la fatiga parental y la sensación de no estar haciendo bien las cosas.

Criar desde el respeto cuando también necesito regulación: el desafío invisible

Hay días en los que el cansancio se acumula de tal forma que siento que todo está fuera de control. Sé que mis hijos necesitan estructura y regulación, pero cuando yo misma estoy desregulada, todo se desmorona.

Me frustra ver que sigo repitiendo lo mismo una y otra vez –bañarse sin alegar, comer sin pataletas, respetar tiempos de pantalla, hablar sin interrumpir, pedir las cosas sin llorar– y que aún así, muchas veces parece imposible. En esos días, mi paciencia se acaba más rápido y termino gritando, aunque sé que eso solo empeora la situación

Para que te hagas una idea, desde los 4 años que le repito a mi hijo mayor, todos los días, que recoja su ropa sucia del baño después de ducharse y la deje en el lugar que corresponde: recién empezó a hacerlo (algunas veces) a los 11 años y esa es solo una de las muchas instrucciones que doy a diario a solo uno de mis hijos.

Después de los gritos, inevitablemente llega la culpa. Porque entiendo perfectamente por qué mis hijos reaccionan como lo hacen. Porque sé lo que es intentar seguir una rutina o una serie de instrucciones y desconcentrarse a mitad del camino, olvidando que el resto del mundo existe.

Sé lo que es paralizarse ante la sobrecarga de estímulos y que tu cerebro simplemente se niegue a adoptar nuevos hábitos y, definitivamente, sé lo que es sentir que no estás cumpliendo con las expectativas de los demás por mucho que quieras.

El problema, es que saberlo no significa que siempre tenga la energía para acompañarlos como ellos necesitan o como yo quisiera y eso suma una preocupación a mi carga mental que, a la larga, no me ayuda a alcanzar mis objetivos como mamá ni a evitar la tan temida fatiga parental.

Entre el amor y el agotamiento: la fatiga parental en la crianza neurodivergente

Mamá con fatiga parental intentando contener a hijo neurodivergente

Durante mucho tiempo, creí que el problema era mío. Que otras mamás lo llevaban mejor, que debía esforzarme más, que si tan solo organizara mejor mi tiempo, todo sería más fácil. Pero la verdad es que lo que estaba enfrentando no era falta de capacidad, sino fatiga parental, una carga mental y emocional que es aún más intensa cuando crías en solitario, cuando cada día es una montaña rusa de emociones y cuando, además, tienes que sostener tu propio mundo interno.

Aprender a reconocer esta fatiga ha sido clave para sobrevivir. He tenido que aceptar que no puedo hacerlo todo, que hay días en los que descansar es más importante que ordenar la casa, que priorizar mi bienestar no es egoísta sino necesario, y que soltar la perfección es un acto de amor y no de abandono. Tengo que tomar el ser neurodivergente como punto de partida y adaptar mis expectativas según se vayan desarrollando los días.

Es hora de hablar de eso que nunca nos dijeron cuando niñas: la fatiga parental que enfrentamos las madres neurodivergentes que criamos a niños neurodivergentes. Cómo reconocerla antes de que nos consuma y, lo más importante, cómo aligerarla sin renunciar a la crianza respetuosa. Porque nosotras también necesitamos ser cuidadas.

Según un estudio publicado en Frontiers in Psychology, la fatiga parental en madres neurodivergentes tiene un impacto significativo en su bienestar emocional. Esto refuerza la importancia de encontrar estrategias que permitan sostener la crianza respetuosa sin agotarnos.

El peso invisible de la fatiga parental

La fatiga parental no aparece de un día para otro y no es exclusivo del cerebro neurodivergente. Se va acumulando en las pequeñas cosas: en los despertares nocturnos, en las rutinas que se repiten sin cesar, en la carga mental de anticipar cada posible crisis para evitar una desregulación mayor. Se siente en el cuerpo, en la mente y en la forma en la que, poco a poco, desaparecen las ganas de conectar, de jugar, de disfrutar.

En la crianza respetuosa de niños neurodivergentes, el cansancio tiene un matiz distinto. No es solo el agotamiento físico de quienes crían, sostienen el hogar y el trabajo. Es la sobrecarga sensorial de un día lleno de ruidos, demandas y cambios inesperados, la tensión de regular a otros cuando apenas puedes regularte a ti misma y la culpa de saber que tus hijos necesitan más paciencia cuando lo único que deseas es un momento de silencio.

Si a esto le sumamos ser neurodivergente, todo se intensifica. El mundo es demasiado ruidoso, la vida está llena de detalles que otros pasan por alto pero que para una mente neurodivergente pueden ser abrumadores.

Ser mamá neurodivergente

Criar en este contexto significa navegar entre la necesidad de estructura y la realidad del caos, entre la empatía y el cansancio extremo, entre saber exactamente qué necesitan tus hijos y no tener la capacidad de dárselo en ese momento (y hacer las paces con esa situación).

Hay días en los que todo fluye. Días en los que las rutinas funcionan, en los que la paciencia alcanza, en los que el cansancio no pesa tanto. Y luego están esos otros días. Aquellos en los que todo se siente cuesta arriba. En los que cada pequeño detalle es un detonante, en los que el ruido se vuelve insoportable, en los que la ansiedad de los niños se mezcla con la tuya y todo explota.

El problema es que, cuando llegan esos días, la crianza respetuosa se siente como una carga más. No porque no creamos en ella, sino porque requiere una energía que a veces simplemente no está. Entonces llegan los pensamientos: «No soy suficiente.» «No estoy hecha para esto.» «Mis hijos merecen a alguien mejor.» Y lo que realmente está ocurriendo es que el cuerpo y la mente están pidiendo un respiro.

Pero tomarse un respiro cuando tienes tres hijos que dependen de ti no es sencillo. Dejar la crianza respetuosa tampoco es una opción. Entonces, ¿cómo encontrar un punto medio?

Cuando la crianza respetuosa se siente inalcanzable

Una de las trampas de la crianza respetuosa es la expectativa de hacerlo siempre bien. Se habla mucho de validar emociones, de regular antes de corregir, de acompañar sin imponer. Pero pocas veces se menciona lo difícil que es cuando no hay red de apoyo, cuando las responsabilidades sobrepasan la energía disponible, cuando tus hijos tienen necesidades especiales que los hace demandarte más de lo que lo harían si no fueran neurodivergente, cuando cada día se siente como un ciclo interminable de demandas sin pausa.

Madre cansada con hijo neurodivergente

No se trata de no querer criar desde el respeto, sino de no saber cómo hacerlo cuando se está al límite. La paciencia no es infinita, y la crianza respetuosa requiere mucha.

Lo que nadie dice es que la clave no está en ser una madre perfecta, sino en aprender a encontrar estrategias que funcionen para la familia real, no para la familia ideal que muchas veces se muestra en redes sociales.

Un informe de la American Psychological Association explica que el agotamiento emocional puede afectar la conexión con los hijos y aumentar la sensación de culpa en las madres, haciéndolas entrar en un loop que finalmente lleva al burnt out.

Ajustar nuestras expectativas

Hay que soltar la idea de que el respeto solo existe cuando todo es calma. Ser madre neurodivergente de niños neurodivergentes significa que habrá momentos de crisis, que no siempre podremos ser la versión más regulada de nosotras mismas. Y eso está bien.

Criar con respeto también implica respetarnos a nosotras, entender que el cansancio no nos hace malas madres, nos hace humanas, y que poner límites a lo que nos sobrepasa es tan válido como poner límites en la crianza de nuestros hijos.

En algún momento, aceptar esto cambió la forma en la que me relaciono con la crianza. Dejé de intentar compararme con estereotipos que son inalcanzables para poder descansar yo. Dejé de intentar cumplir con estándares imposibles. Y sobre todo, dejé de exigirme responder con paciencia absoluta cuando estaba al borde del colapso.

Desde entonces, he encontrado formas de hacer que la crianza respetuosa sea más sostenible. No perfectas, no mágicas, pero sí reales y alcanzables.

Encontrar equilibrio sin agotarme en el intento

No se trata de hacerlo perfecto, sino de hacerlo posible. Para que la crianza respetuosa sea sostenible en el tiempo, necesito estrategias que me ayuden a equilibrar las necesidades de mis hijos con las mías.

1. Priorizar el descanso por encima de la productividad

Antes, sentía que debía aprovechar cada momento libre para avanzar en algo: limpiar la casa, responder mensajes, dejar todo listo para el día siguiente. Ahora sé que si no descanso, mi paciencia desaparece. Y cuando mi paciencia desaparece, la crianza respetuosa se vuelve inalcanzable.

Aprendí a soltar la culpa de dejar platos para lavar al día siguiente o ropa sin doblar (hay una bolsa con ropa limpia que voy juntando cuando no alcanzo a doblarla todos los días). A veces, lo más importante no es que todo esté en orden, sino que yo esté en condiciones de sostener el día siguiente sin explotar.

2. Elegir mis batallas y soltar la perfección

Por mucho tiempo intenté que mis hijos siguieran todas las rutinas sin fallar. Que se bañaran sin quejarse, que comieran variado sin drama, que respetaran los tiempos de pantalla sin discusiones. Pero eso implicaba una lucha constante, y en los días en que yo ya estaba agotada, todo me sobrepasaba.

Entonces me pregunté: ¿qué es realmente importante hoy? Hay días en los que es crucial que se bañen, y hay días en los que es más importante evitar una crisis mayor o, incluso, permitirles seguir con alguna actividad que está generando una interacción linda entre ellos.

A veces, es mejor que coman cualquier cosa sin tensión que forzarlos a seguir una dieta variada que sé que va a desatar la tercera guerra mundial en mi casa. Soltar la perfección no significa dejar que todo se descontrole, sino entender que no todos los días se puede con todo.

3. No responder de inmediato cuando estoy desregulada

Como persona neurodivergente, hay momentos en los que mi propia regulación emocional no está disponible. Si mis hijos empiezan a desregularse y yo ya estoy en mi límite, es fácil caer en el grito, en la frustración, en una respuesta que solo va a empeorar la situación.

Una de las cosas más importantes que aprendí es que no tengo que responder de inmediato. Puedo darme unos segundos para respirar y cerrar los ojos, para recordar que no necesito reaccionar con urgencia. Si logro contenerme unos segundos, lo más probable es que encuentre una salida alternativa que sea factible de implementar sin morir en el intento.

4. Crear espacios de descanso no negociables

Antes, sentía que mi deber era estar siempre disponible para mis hijos. Que si me pedían jugar, debía hacerlo, que si querían contarme algo, tenía que escucharlos en ese momento. Pero no tener un solo minuto para mí no es sostenible.

Ahora, tengo momentos en los que no estoy disponible y mis hijos lo saben. Puede ser media hora en la que me tomo un café en silencio, una caminata sola, una serie antes de dormir. No son lujos, son necesidades. Para poder criar desde el respeto, primero tengo que respetar mis propios límites.

Por ejemplo, los fines de semana que están conmigo, de un día para alguna actividad entretenida que los emociones y otro día para estar en familia tranquilos, cada uno disfrutando a su manera y descansando para enfrentar la semana que viene.

5. Pedir ayuda, aunque sea en pequeñas dosis

Ser madre separada y criar en solitario hace que pedir ayuda no siempre sea una opción. Pero eso no significa que tenga que hacerlo absolutamente todo sola. Buscar apoyo no siempre es delegar, sino encontrar pequeños espacios donde alguien más alivie parte de la carga.

A veces, ese apoyo llega en forma de una amiga con quien hablar sin miedo a ser juzgada. Otras veces, en una comunidad online de madres neurodivergentes que entienden lo que estoy viviendo. No siempre hay alguien que pueda cuidar a los niños por un rato, pero hablar con alguien que realmente entiende puede ser suficiente para sentir que no estoy sola.

Criar con respeto también es respetarme a mí misma

Soltar la culpa ha sido una de las cosas más difíciles. Por mucho tiempo pensé que, si hacía las cosas bien, entonces nunca me sentiría agotada ni perdería la paciencia. Pero la realidad es que criar a tres hijos neurodivergentes siendo neurodivergente no es fácil, y que la realidad que vemos día tras día en redes sociales solo muestra una parte de la realidad, generando expectativas que son inalcanzable y que, muchas veces, nos hacen dudar de nuestra capacidad de criar…

Lo más valioso que he aprendido es que la crianza respetuosa no se trata de ser perfecta, sino de ser real. No significa nunca fallar, sino saber reparar cuando lo hago. No significa darlo todo hasta quedar vacía, sino entender que el autocuidado es parte del respeto.

Si pudiera decirle algo a mi yo de hace unos años, sería esto: A veces, lo más respetuoso que puedes hacer es cuidar de ti misma.

Y ahora te pregunto a ti:
¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo solo para ti, sin culpa? ¿Qué pequeño cambio podrías hacer hoy para aliviar tu propia carga?

No estamos solas en esto. Compartir nuestras experiencias es una de las formas más poderosas de sostenernos mutuamente. Si te sentiste identificada con algo de lo que escribí, me encantaría leerte. ¿Cómo vives la fatiga parental? ¿Qué estrategias te han funcionado para hacer la crianza respetuosa más llevadera?

Déjame tu experiencia en los comentarios o compártelo con alguien que necesite leer esto hoy. Porque a veces, lo que más necesitamos es saber que no estamos solas.

por Constanza

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